miércoles, 7 de noviembre de 2012

Mmmmmhhhh...panadillas


Cuando uno hace las cosas por obligación, o te gusta mucho el tema o está j...ido. Me da igual que sea a nivel laboral (no me gusta mi actual ocupación de "parado") u hogareño. Mentiría si dijese que me gusta pasar el aspirador o limpiar los baños. ODIO tender la ropa, no tanto recogerla y tampoco me fastidia especialmente planchar... en fin, cosas de marujas.

Lo digo por la cuestión de la manduca, la zampa, el yantar, el papeo, la comida, vaya. Ahora que en casa entra menos pasta (y no alimenticia de origen italiano), mi chaval no come en el colegio. Pilla el autobús y se viene a casa, que tiene tiempo y pese al robo del abono transporte (ya podían subir los sueldos igual que han subido el transporte), sale a cuenta pese a lo que come.
La verdad es que, además de gustarte preparar la comida y por tanto, atención y cariño,  la buena mano o el toque se van cogiendo con el tiempo y la práctica. Además en la cocina se da esa circunstancia de que "ninguna comida sabe como las que hacía mi madre". Yo pongo de ejemplo la patata frita: la misma patata frita en el mismo aceite por dos manos distintas no van a saber igual. Unos la dejamos un poquito más, otros menos; unos echamos la sal después, otros antes; unos la cortan a la larga, otros de través; más pequeña, más gorda... en fin, un mundo.

Hoy he hecho empanadillas al horno. Es una comida que preparaba mi madre (por supuesto, las suyas estaban mejores) para viajes y excursiones. La preparación es la misma que si se frieran, pero en el horno quedan más ligeras, resisten muy bien un día o dos en una fiambrera y da igual que estén un minuto más o menos. Se comen igual de bien frías que calientes y hoy me he atrevido.

Plan:
Cacharrería
1 - freír sucesivamente en una, o bien en tres sartenes a la vez, tomate, carne picada y cebolla. El tomate ya se sabe: una cucharadita de sal y otra de azúcar para compensar la acidez. La carne picada, despacito hasta que suelte todo el agua (echad sal los que no podéis vivir sin ella) y la cebolla se fríe hasta que pierda el agua y poco más.
2- extender por la mesa las obleas (grandes) de masa. Y se rellenan una a una (obvio). La cantidad de relleno es importante: una cucharada de carne, una de tomate y media de cebolla.
3- doblar y con un tenedor, cerrar la empanadilla. Si hemos echado demasiado relleno, se saldrá y se pegará a la bandeja.  El tenedor no ha de pinchar muy dentro para no hacer agujeros y que se salga el tomate o la cebolla.
4- calentamos el horno 10 minutos. Se pone un papel de aluminio en la bandeja, se ponen las empanadillas encima (10 me han cabido por viaje) y se tienen un máximo de 15 minutos.

Se sacan o se dejan enfriar (no se pasan) y ¡hale!, a comer.

Solo ha sobrado una de 20 que he guardado para que la pruebe mi mujer. Dado el éxito de crítica y público, estos salvajes me van a tener esclavizado en la cocina.

Disfruten (yo hago lo que puedo)

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