domingo, 12 de octubre de 2014

Pasiones

Muchos de ustedes sabrán disculparme aunque no compartan mi punto de vista.
Yo es que sigo sin entender cómo se puede perder el sentido, el sueño o las ganas de hacer otros miles de cosas por causa del fútbol. No hablo de ver en la tele una final de la selección, de esas que ganan y con las que nos han malacostumbrado últimamente , sino del fútbol más sencillo: el que juegan los chavales.

Ganas de jugar y de ganar.
Graderío "abarrotado".
Cuando yo era un enano, a mi padre le gustaba ir a ver partidos de regional a un campo que había cerca de casa; lo llamábamos el Campo del Montepío. Estaba donde hoy está el "Sur Batán". Se pintaba con una carretilla de cal el domingo por la mañana y los jugadores se cambiaban en un bar que había "allá en lo alto", en la calle Sepúlveda, entonces "Calle de la Vía" porque por allí pasaba un tren que iba desde el barrio de Goya hasta Valdemoro. Ponían las redes y había incluso árbitro y linieres, la releche, vamos. Mi padre decía que los chavales ponían ganas e ilusión y que los profesionales de primera eran unas nenazas. Con los años, aprendes que los padres tenían razón, también en esto del fútbol.
La soledad del portero.


Jorge es portero del Ferilan, un equipo del barrio de Cañorroto, en Madrid.  Yo me meto con él y le digo que se ha apuntado a portero porque le pesa el culo y no quiere correr. La verdad es que se lo pasa muy bien en los entrenamientos, hace ejercicio y conoce a otros chavales pero lleva aparejada una cierta esclavitud en lo de "los sábados, partido". No pienso renunciar a los fines de semana en el pueblo pero si nos quedamos, pues va al partido.


El sábado pasado se estrenó en un partido oficial, en el Antiguo Canódromo. Y me quedé pasmado del espíritu que le echan los jugadores, las ganas de correr, el hambre de balón... y también de la pasión que ponen los padres, animando, chillando, cantando, dando palmas. La verdad es que estuvo emocionantísimo porque durante los últimos diez minutos apretó el Ferilan lo indecible, pero no se pudo conseguir el empate (perdieron 2 a 1). Al menos no hubo insultos ni se metían con la parentela del árbitro o la del entrenador del equipo contrario. Tal vez este país se esté civilizando. Yo, que voy de serio en una grada, y aunque el fútbol hace mil años que no me quita el sueño (desde el 75, creo. Vean la foto), también me emocioné, lo pasé bien.

De interés arqueológico.
Todo sea por el chaval, que lo que es por mí, no me busquen en la grada de un campo de fútbol.

Disfruten. El fútbol o lo que sea.