martes, 26 de octubre de 2010

La felicidad está en el tolueno.




No se asunte nadie: no me he convertido en esnifador de pegamentos más o menos consistentes para buscar la felicidad (esa puta que se nos resiste cada vez que nos paramos a pensar en si la tenemos o no), pero como no solo de criticar a los políticos vive el hombre (en este caso, "este" hombre) y pese a que la semana la han puesto buena con las lloreras de Moratinos, los morritos de mi senadora favorita y el "rubalcabazo", pues paso de todos ellos y les voy a contar el motivo de mi felicidad que, al igual que siempre, será pasajera.




Resulta que al cabo de vivir unos cuantos años en la misma casa, uno nota (le cuesta, pero al final lo nota) que la mugre se acumula en las paredes, que los brillos del parqué no son los mismos (ni mi pelo, no t'amuela...) y que hace falta pegar un repaso a la casa.


Yo presumo de tener una vivienda nada saturada de muebles ni adornos y aún así se convirtió en un suplicio el recoger todo lo posible para que pintores y abrillantadores encontraran la menor cantidad de obstáculos y así les cundiera y tardaran lo menos posible. Al final, nos vimos incapaces de compartir unos días de trinchera y jugar a los refugiados y pactamos con la empresa (que es de confianza) darles las llaves y que lo hicieran cuando estábamos de vacaciones. Se lo recomiendo a todos ustedes.


El resultado ha sido óptimo EXCEPTO por una cosa que ha sido culpa mía.


Como uno es nuevo y hace caso a los que lo han padecido, quiso evitarse la entrada del polvillo microscópico ese, malnacido y bloqueante de aparatos, resultante del lijado del parqué. Y se me ocurrió la genial idea de precintar con cinta de embalar todas las juntas de armarios, cajones, electrodomésticos y demás ranuras que puedan existir. La verdad, no me apetecía tener que desmontar todo el armario para limpiar uno por uno los objetos del interior.


Pero, a la vuelta a casa, resulta que uno de mis ayudantes (de 9 años), descubrió que era divertido el ruido que hacía la cinta de embalar al ser arrancada y ni corto ni perezoso despegó casi todas las tiras. No sé si es cuestión de la calidad de la misma, pero sí que ha respondido de distinta manera según la superficie sobre la que estaba pegada.


Total, que se quedó pegado el pegamento de la cinta a la madera de los armarios (unos más que otros), no siguiendo patrón alguno en el despegue, cual avión pirata. Así que uno, que es muy maruja en su casa, se dedicó con alcohol y un trapito a darle que darle a los pegotes de pegamento, y algunos se iban bien. Formaban una especie de moco, como el de la foto que a su vez, había que retirar cuidadosamente, porque si no, se extendía y manchaba lo que ya se había limpiado. Las primeras escaramuzas se disputaron sin guante, con lo que se me resecó la manderecha por el abuso del alcohol (ya me entienden: 96º no Bacardí), pero el resultado era descorazonador. No era cuestión de tiempo, el resultado no era bueno y la desazón se apoderaba de mí cada vez que tenía que abrir un armario. Y al cabo del día, uno ve muchas veces los armarios de su casa.




Así que me puse en marcha y busqué sabios doctores. Es decir, me busqué una droguería de las de toda la vida (encontré una en Argüelles) y allá que entré. Le conté mis penas a la droguera y me aconsejó: tolueno. A mí me sonó a componente explosivo (por lo del TNT: trinitrotolueno) pero me he enfundado los guantes de fregar (que en mi casa, son de mi talla) y a darle. ¡Qué maravilla!, ¡Qué felicidad! el pegamento ha desaparecido del armario. Vuelve a estar limpia la superficie.


Y aunque la dicha es breve en la casa del pobre (me he cargado los guantes), que me quiten lo bailao y el rato de alegría que no he podido evitar compartir con todos ustedes.

Así que ya saben, como dice un sabio refrán: "con buena picha, bien se jode" y como digo yo: la diferencia entre una chapuza y una gran labor de bricolaje, reside en la herramienta.

...y si tienen que acuchillar el parqué, no sé qué recomendarles...
Y como las fotos las he hecho yo, con mi teléfono, no tengo que dar explicaciones a la esgae esa.

Ustedes lo pasen bien.

martes, 12 de octubre de 2010

Gente, gentecilla, gentuza y caballeros

¡Vaya día festivo!
Decía Brassens en "La mala reputación": ...cuando es fiesta nacional, yo me quedo en la cama igual, que la música militar nunca me supo levantar...
pues eso he hecho yo hoy: entre que si va a llover y que no me apetecía montar en bici, pues a dejarme despertar tranquilamente. Porque a mí la música militar sí que me pudo levantar, al menos cuando hice la mili, curioso período en el que uno se levantaba aunque no tuviera ganas. Pero como hacía buen tiempo, pues me he subido con mis chicos a la terraza a ver pasar los aviones y los helicópteros. Ha sido parecido a algunos orgasmos: breve, pero intenso. Lo digo porque por muy despacio que vayan, pasan en un suspiro camino de sus bases, en esta caso la de Cuatro Vientos, que no pilla lejos.


Y había gente en mi vecindario viendo pasar los aviones y los helicópteros, gente normal que ve algo especial en el cielo, un día al año y que lo mira y ya está.


Luego está la gentecilla, como los periodistas (es un decir) que trabajan en alguna cadena autonómica (cuyo nombre no voy a decir para que no se enfade la directiva de Telemadrid) que no pueden evitar destilar odio en cada frase y alegrarse de lo malo que pase a los demás y que por definición, es siempre culpa de Zapatero; ¡jopé! y cobran dinero encima por soltar lo que sueltan por esa boquita... no deja de sorprenderme y de indignarme. No sé si debiera reconfortarme que siga intacta mi capacidad de cabreo y sorpresa, en fin... También entre la gentecilla están los que se creen que nos creemos que el abanderado venezolano no ha asistido al desfile porque estaba indispuesto.
A mí, más que molestarme que me engañen, me molesta que piensen que me pueden engañar TAN fácilmente.


Categoría especial merece la gentuza: los que abuchean e insultan en medio de un acto en el que se pide respeto, como cuando se rinde un homenaje a los caídos. En esos caídos se incluye a los que mueren en esas misiones de paz en zonas de conflicto (o sea, muertos en guerras más o menos declaradas), y si te quieres remitir a tiempos pasados, pues ya es otro tema. Pero, so imbécil, está su viuda ahí, está llorando, pedazo de descerebrado...¿qué querías? ¿que se te oyera silbar?... escoge la ocasión, tonto del culo, y si quieres abuchear a Zapatero, sé valiente, te vas a un mitin del PSOE y la montas allí. Idiota.


Y por último, el caballero, Don Vicente Aleixandre. Inolvidable en "Atraco a las 3" en la escena en la que (¡pobres!) se están contando los colegas lo que van a hacer con el botín que van a sacar del atraco que aún no han perpretado. "Una billetera, con un billete de 100 pesetas" "...y un cortijo, ¡con toros!"
Secundario de lujo, dicen, ¡y una leche!, actor con todas las letras.

Otro genio que se va tras Agustín González, José Luis López Vázquez... nos quedamos sin maestros.


Descanse en paz.






Y ustedes lo pasen bien.

Nota:

las fotos (por orden) han salido de:

http://www.rtve.es/

http://www.adyfilstrup.blogspot.com/
y
http://www.unesur.edu.ve/