lunes, 24 de septiembre de 2012

Fin del verano.

Calendarios hay muchos: los hay escolares, de cocina, de mercería, de taller mecánico o de cabina de camión. Pero todos deben incluir el mes de septiembre y este mes, también llega a su fin.

Leí el otro día que "la felicidad en verano es girar la cabeza en la almohada y encontrarla seca". Pues es verdad; me estoy haciendo viejo (o mayor, o agradablemente maduro como el vino que mejora con los años) y cada vez aguanto menos el verano tal y como se entiende. Es decir, tal y como se sufre. Este año he descubierto el Atlántico, con agua fría que te quita la caló, con brisas de verdad y no vendavales norteafricanos, durmiendo tranquilo sin despertarte deshidratado a las 3 de la mañana... estoy por empezar a pasar ampliamente de los tradicionales destinos y dirigirme a poniente en lugar de a levante. Allí iré en invierno, que es más suave; aunque, por otro lado, me gusta la nieve... ¡jolín! ¡soy el espíritu de la contradicción!


El verano tiene muchas cosas buenas, no voy a descubrir yo ahora la pólvora, pero me quedo con una de características inmediatas: la ropa se seca echando virutas. Uno, que es un poco maruja, como vds. ya han ido comprobando, se siente muy feliz cuando cuelga las sábanas recién lavadas en la terraza y cuando acaba de colgar la última, ya está casi seca la que colgó en primer lugar. Hay veces que en media hora se puede retirar la colada tendida. Eso, para uno que tiene que administrar el tiempo, es un gustazo.


La otra, que es un proceso más lento, es la cosecha. Cierto es que la mayoría vivimos en grandes ciudades, pero aquel que tiene un huertecillo, sea en pueblo o sea un tiesto de pimientos en el balcón, sabe a lo que me refiero.

No hay mejor sabor en este mundo que el de un tomate recién cortado; aunque en esto también hay matices: dicen que si el tomate, el melocotón o lo que sea es robado, sabe mejor aún. Otros dicen lo mismo de las patatas, que yo este año ya me comí todas las que salieron (no muchas, que eran de secano) muy buenas, por cierto.
Afortunadamente, tengo donde escaparme y en aquel valle este año, pese a la sequía (o precisamente por eso que para gustos hay colores), no se ha dado nada mal. Cierto es que no hay toneladas de moras como otros años, pero buscándolas y encontrándolas, saben incluso mejor.
Lo de la parra ha sido espectacular: racimos y racimos y venga a comer uvas desde hace dos semanas. Hemos llenado una caja y se han quedado colgados más racimos... a ver si el próximo fin de semana no se han estropeado con las tormentas.

Sí. Está movida. Pero es que me podía el ansía viva.
Y el que lleva más cuidados, el tomate, no se ha portado mal merced al arreón de calor de estas últimas semanas. En la sierra aquella, donde puede helar a primeros de mayo, se planta alrededor de San Isidro. Y luego a esperar que no caiga granizo, que no llueva demasiado, que no llueva demasiado poco, que no entren los jabalíes, que no se quede sin pila el riego automático... vamos, que lo de la foto de la cesta es un pequeño milagro.



La lechera tiene más años que yo...



Disfruten, que yo lo voy a hacer con todo lo que he "recogido".

jueves, 13 de septiembre de 2012

Decía mi abuela que "malos tiempos estos, en los que hay que explicar lo obvio". Por supuesto, este comentario no es de antesdeayer: es de hace unos pocos/muchos años pero la puñetera realidad funciona como un péndulo o como un círculo. Como dice JAS (Juan Antonio Sanz, compañero que también se va porque no aguanta tanto sinvergüenza junto), pasemos de la infamia de los mercachifles. Las situaciones difíciles "retratan" a la gente, se ve la categoría de lo que tenemos por encima a todos los niveles y ya somos mayorcitos para saber qué decisiones tenemos que tomar.
20 años son muchos y desde luego que volvería en enrolarme en este barco, durmiendo con la maleta hecha en la cama de al lado para salir escopetado a sitios inadecuados pero interesantes y en situaciones poco recomendables, pero excitantes. Con compañeros peleones y rebuscones, pasar sueño y agotamiento, tirando cables, saltando controles, conduciendo "fragonetas" y cualquier vehículo por ahí durante horas y horas, sacar faltas en textos, ayudar a buscar documentos escondidos, oler lo que interesa y lo que no y colarme en sitios en los que ahora sería impensable. "Soy de la Agencia EFE", dicho con habilidad, hacía que la Benemérita te perdonara alguna multa... Ese orgullo no me lo quita nadie.

Que la ilusión nos pueda a todos y el futuro nos reencuentre.

Maña día 14 de septiembre es mi última día en la Agencia. El 14 de enero de 1990 fue mi primer día aquí; entre medias hay tres años de excedencia.

Es toda una vida. Seguiremos informando.