miércoles, 27 de julio de 2011

Memoria y lástimas

Dice la wikipedia (que sí, vale; que no es fiable al 100% para labores investigadoras pero que sí atina en la "cosa" general) que el templo de Éfeso, considerado como una de las maravillas de mundo, fue destruido por un incendio provocado por un fulano el día 21 de julio del año 356 a.C . 
Prescindo de la exactitud de la fecha, puesto que no llevamos el mismo calendario en este planeta ni siquiera en el siglo XXI, y de hecho, la Revolución de Octubre ni siquiera fue en ese mes, según qué calendario se siga.
Según la historia, el único fin que perseguía el tipo que quemó el templo, era lograr fama universal e histórica a cualquier precio. Pues que se fastidie, que yo no sé quién era y no pienso investigarlo.


Lo mismo con el ultra de los atentados de Noruega. La lástima es que se empeñen en dar su nombre y en ahondar en sus aspectos más naturales, como las fotos de cuando era niño. Ojalá le juzguen los civilizados noruegos por crímenes contra la humanidad y se coma 30 años de trullo (civilizado y noruego...) por malnacido. Ahora varias lástimas: 
1- lástima que no pueda estar más años en la trena;
2- lástima que no los pasara en algún penal que tengo yo en mente;
3- lástima que pueda alguien comprar 500 kgs de explosivos y no se entere nadie;
4- lástima que lo que se me metió para el cuerpo no le causara un fallo multiorgánico y se hubiera muerto entre terribles dolores antes de provocar tanto daño.
5- lástima que su careto sea publicado en todos los periódicos.


De todas formas, algunos analistas (o todólogos de las tertulias) se hacían cruces porque solo iba a estar 21 años en la cárcel. Total, si aquí a los etarras se les condena a miles de años y salen enseguida... o ¿alguien necesita nombres?


Solo puedo solidarizarme con los noruegos, un pueblo inteligente (no quisieron entrar en la Unión Europea para que nos les esquilmaran sus caladeros los pesqueros españoles) y que administra con encomiable rigor y decencia su riqueza natural, incluyendo el petróleo y el gas natural. De hecho, la población considera que sus políticos son decentes y próximos. 
Igualito que el consejo directivo de la CAM que se autoconcedió créditos al 0 % ...y un detalle: esos préstamos los autorizaba el gobierno autonómico de la comunidad valenciana. 


Disfruten, que es verano.

martes, 19 de julio de 2011

Una fecha como otra cualquiera...

Como otra cualquiera... eso quería yo, tanto, que he esperado un día a escribir sobre la fecha de referencia. Hace nada menos que 75 años del 18 de julio de marras, el de 1936. He pasado de contestar encuestas sobre si está o no superado. ¡Qué coño va a estar superado! Todavía están vivos muchos que sufrieron a cuenta de la rebelión de los militares africanistas  y de los que no estaban dispuestos a soltar el mango de la sartén, por ejemplo, la iglesia y la educación.
Y no solo es que a uno le cuenten batallas sus abuelos. La puta guerra ha formado parte de la educación de todos nosotros, porque aunque no la hemos vivido o más exactamente, no hayamos oído sus tiros, no nos dejaron olvidarla y sobre todo, los que la ganaron  no dejaron que se olvidara que ellos habían ganado. De lo que hicieron después...de eso ya no había tanta propaganda. ¿Realmente era necesario tanto odio y tanta venganza durante tanto tiempo?
No me cuenten trolas, que el puto 18 de julio fue fiesta nacional en este país por obligación, e incluso a la paga extra de verano se la llamaba por la dichosa fecha. Menos mal que se cambió la obligatoriedad de la celebración, pero seguirá siempre ahí: como el 2 de mayo o como otras; es una fecha que significa mucho sufrimiento para todo el mundo. La fecha no hay por qué olvidarla, siempre se va a repetir. Y yo no soy partidario de los olvidos (seguramente por deformación profesional, muchos años de documentalista...) así que este viaje (o entrada que lo llaman) paso de fotos.
Os adjunto algo irrepetible: unas notas que escribió mi madre acerca de esta fecha. Son las "batallitas" de la abuela, así como suena. Están escritas por una mano que dejó el colegio a los diez años (1936, qué casualidad), que tuvo que refugiarse en el metro de Tribunal cuando bombardeaban, que tuvo que andar con su hermano pequeño de la mano, yendo de cárcel en cárcel para llevar un pequeño paquete de comida a su padre. Tuvo que pelear y sufrir mucho y las pasó canutas, como todos nuestros padres y abuelos en unos tiempos muy difíciles.
No es cuestión de arreglar cuentas, puesto que nos quedan muy pocos vivos y (como dicen en las residencias) "todos aquellos de más de 75 años, son colegas, porque son supervivientes". Pero no me da la gana olvidar, por eso apoyo a los que quieren desenterrar los cadáveres de sus familiares, olvidados por obligación y por imposición de unos pistoleros amparados por el régimen. Y, sobre todo, no soporto que algunos malnacidos pongan excusas para que esto no se haga.





Disfruten, que ya es 19 de julio...

lunes, 4 de julio de 2011

Llegó julio...

Ya hace muchísimo tiempo que no espero con ilusión el verano. Cuando era estudiante (la verdad es que el año pasado también estuve empollando), ansiaba la llegada del verano. La primavera no existía porque era una estación que se diluía entre exámenes, trabajos y alergia que me alejaba de los parques, para cabreo de una novia mía a la que no gustaba el cine (dentro del cine yo no estornudaba).
Sé que la gente que sufre de los huesos (como mi chache) ansía el calor para aliviar sus dolores, pero yo ando cabreado casi permanentemente.

El calor no me deja dormir, me despierto con la almohada empapada en sudor, los paseos hasta el metro se convierten en insufribles travesías del desierto, la ropa me la quito empapada; la pelea por el aire acondicionado en el trabajo causa más divisiones que las arteras maniobras de la dirección de la empresa, la siesta no es una agradable cabezadita sino otra obligación...solo lo aguanto si puedo estar en remojo. Me meto en la piscina y como si estuviera en un barreño. Huyo de la playa en verano y me refugio en el pueblo, como las lagartijas en las pizarras. Allí, por el día aprieta manolo pero por la noche hay que entornar la ventana e incluso taparse con el edredón. Creo que me equivoqué de latitud porque cada vez me gusta más quitarme el frío que el calor: con un buen forro y calzado, caldo y un buen café, yo encaro mis labores sin problemas. Pero es que no puedo llevar gorra, abanico y cantimplora durante tres o cuatro meses. Siempre que sueño con que me toque la primitiva (magnífica campaña la de este verano http://www.youtube.com/watch?v=_zW04c0s2kg ), pienso en lo que tiene que molar presentarte en un mostrador de facturación del aeropuerto de Barajas con dos pares de esquíes, y viajar a Bariloche o a otra estación de esquí de los Andes; ya me entienden: solo por vacilar al personal que se queda aquí, con la fresca de Madrid de julio.
Agosto es otra cosa: la mitad del personal (que es mucho), se pira de la ciudad. Se puede circular, APARCAR, ir al cine, restaurantes, de compras... Recuerdo los agostos de esta ciudad invivible en los años 70, cuando te cerraban la panadería, el quiosco, el mercado, e incluso se editaba una guía para comer de menú durante agosto porque cerraban casi todos los restaurantes (de ahí la expresión "hacer el agosto"). Esas alarmas nucleares ya no existen, empezando porque antes se iba la banda un mes y ahora quince días como mucho. De todas formas, se nota.
Luego viene septiembre; eso ya me gusta más. Aunque el sol pica todavía durante un período que suele venir justo después de cerrar las piscinas, las noches son más largas, se refresca algo el ambiente, hay menos gente si vas a la playa... claro, que te pueden tocar las tormentas de Levante, la gota fría y esas cosas que, si te pillan en Baleares, te hacen sentir lo que es la insularidad, o sea, lo de no poder huir.
En fin, cada uno lo pasa como buenamente puede. Recuerdo los veranos en mi casa, buscando el chorro directo del ventilador, aguantando con la casa a oscuras (el aire acondicionado era una entelequia como ir a Marte ahora mismo), viendo LA tele, esperando a que aflojara la canícula, leyendo tebeos una y otra vez, y de vez en cuando, íbamos a la piscina municipal; o si no, al río. Para que luego digan algunos puristas que la vida moderna es anti-no-sé-cuántas-cosas.


Disfruten, que el verano es largo como un día sin pan o un domingo sin salir.


Nota: las fotos son mías. Lo digo por esos que investigan y cuyo jefe puede acabar en el trullo. Ya saben...