martes, 15 de septiembre de 2009

Pedazo de verano


Hace unos cuantos años (camino de 20) trabajaba yo en una conocida agencia de prensa en cuya sede central había corresponsales de las televisiones autonómicas, todas ellas recién nacidas. Uno de los corresponsales de Canal Sur, que tenía una mala leche y un sentido del humor extraordinarios, se iba de vacaciones en septiembre (como hacía yo hasta que tuve hijos) y dejaba preparados para los compañeros que regresaban de vacaciones entrevistas con psicólogos y temas referidos a “la vuelta al cole”, y que los cursis pretenden ahora que llamemos “síndrome posvacacional”. Y un cuerno. Todos sabemos lo que significa volver a currar, volver a clase. Yo particularmente recuerdo con pánico el mal cuerpo que se me ponía tras las vacaciones de Navidad; ese maldito día 8 de enero en el que tenías que volver y dejar tus juguetes con los que sólo habías jugado dos días. Papá Noel llegó con la democracia, y con los modernos que siguieron los dictados de El Corte Inglés (ya se sabe, la Navidad es invento suyo…) y también mis hijos pueden jugar con algún juguete desde el día 25 de diciembre.
Pero volver en otoño para un curso nuevo era un cierto alivio. Lo digo convencido: reencontrar a algunos colegas era agradable (a otros no, claro). Y sobretodo romper la monotonía en la que se convertía para algunos que aprobábamos todo (cosa que ahora, por cierto, es algo extraordinario) ese laaaaargo verano. Desde que me daban las notas en junio (a mediados) hasta el comienzo de las primeras clases (generalmente, después del Pilar) el veraaaaano era laaaaargo, con mucho montar en bici, tontear con las francesas o bucear buscando pulpos. Esos veranos los recuerdo con cariño y nostalgia, pero jopé!, lo largo que se me hacía septiembre, viendo cambiar el tiempo y viendo la playa vacía, sin colegas, sin gabachas y sin sol, que las tormentas en el Levante son de las que arrastran puentes.
Este año he vuelto con la hora pegada al culo. Sí, como lo leen Vds. Volví el pasado domingo por la tarde, y mis hijos han pasado del taparrabos y andar descalzos casi todo el día a embutirse en el uniforme y los zapatos del cole.
Yo vuelvo a las andadas: corroboro día tras día, que el curro está , pero que mal, y que con 48 años no me quieren ni para contestar el teléfono. ¿Alguien sabe de algún empleo? Con tres meses me conformo, de verdad.
Así que ahora a recortar gastos, que el único grifo que surte la economía familiar es el de mi mujer, que los autónomos no tienen derecho a paro.
Eso sí, me apunté a primeros de agosto al desempleo, y no precisamente por fastidiar las estadísticas al gobierno. A lo mejor me llaman del INEM. Yo es que siempre he sido optimista…
La caña que sale en mi foto es mía, la he hecho yo con mi cámara y la publico en mi blog. No pienso pagar a la SGAE y no pienso denunciar a quien la use. Igualito que el que ha registrado el "A por ellos, oé..." ¡Gentuza!

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