Pues como decía, el pasado fin de semana (libre, al fin), nos subimos a Robleluengo, a la sierra de Guadalajara.
Primera decepción: no había ni gota de nieve. Bien es verdad que la altitud no llega a la media del Himalaya, puesto que son 1.100 metros, pero es que en el Ocejón (que supera los 2.000 m) tampoco habia. Luego lo entendimos: había hecho tantísimo viento que se habia llevado todo. Todo es todo, incluyendo tejas, depósitos de agua, comederos de pájaros...
Segunda decepción/mosqueo: me encuentro el grifo del patio tirado en el suelo. Más mosqueado que un pavo en Nochebuena lo vuelvo a meter a presión y con mucho tacto, abro el agua. El grifo no sale disparado pero el agua sale a borbotones por la pared del lado norte: reventón. Y eso que dejo la tubería vacía y un grifo de desagüe abierto...
Menos mal que hacía sol, y unos 5º y comimos. Avisé al albañil, que quedó que avisará al fontanero y que ya me avisarán... o sea, julio. Volvimos a Madrid pero yo tenía ganas de pisar nieve y apoyado en mi hijo mayor, nos preparamos para dar una vuelta por Guadarrama, que nieve habia mucha, y además la veíamos por el camino.
Llega el domingo y en vez de descansar, nos levantamos a las seis y media de la mañana. Recupero viejas sensaciones montañeras, como preparar el colacao y meterlo en el termo, ultimar la mochila y salir. El termómetro marca en mi casa unos optimistas -6º y nos dirigimos raudos hacia la sierra para poder aparcar y volver temprano a casa.
Con unos optimistas -9º según el coche, viento fuerte, nevando y aún de noche, y no obstante de ir bien pertrechados, desestimamos la subida a Bola y/o Cabezas o Maliciosa. La nube era tan densa y las condiciones tan complicadas, que optamos por el socorrido camino Schmid. De hielo no, de piedra, nos quedamos cuando vimos el termómetro de Venta Arias, tradicional restaurante en el que en toda mi vida he entrado dos veces. Una creo haber tomado algo...¿o me invitaron?: -14º y viento. Así que nos pusimos a andar. Éramos los primeros y no tuvimos problemas de correr o adelantar legiones de chonis, maris, conchas y marianos como suele pasar en esa vía. Hicimos la ruta del Collado Ventoso y luego por la carretera de la República, hasta el puerto de la Fuenfría. El paisaje es magnífico, ademas empezó a abrir el nublado hacia el lado sur y disfrutamos caminando. Pero el intenso frío nos quitó las ganas de prolongar la marcha hasta Marichiva o el convento de Casaras, porque ¡¡los muslos no nos habían entrado en calor después de dos horas y pico de marcha!!. Así que vuelta hacia Navacerrada.
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Hay que madrugar para disfrutar, pero aún así hay demasiada gente. Pero voy a tener que recuperar la Sierra de Guadarrama... por lo menos, hasta que me arreglen las tuberías...