Ha hecho mucho frío. Sin bromas, sin paliativos. He visto en el curro fotos de casas enterradas bajo cinco metros de nieve en ciertas zonas de Rumanía; pingüinos con calefactores en el zoológico de Amberes, porque han nacido allí (son belgas, como Tintín) y no habían nunca padecido semejante rasca.
Uno, humildemente, también tiene sus batallitas. No hablo de los putos periodistas que no fueron a clase el día que explicaron las zonas templadas del planeta, y achacan las olas de frío siberianas al famoso y útil "cambio climático". Y si alguien quiere saber mi opinión, consulte los tres primeros artículos de este blog-desahogo hace un par de años.
Pues como decía, el pasado fin de semana (libre, al fin), nos subimos a Robleluengo, a la sierra de Guadalajara.
Primera decepción: no había ni gota de nieve. Bien es verdad que la altitud no llega a la media del Himalaya, puesto que son 1.100 metros, pero es que en el Ocejón (que supera los 2.000 m) tampoco habia. Luego lo entendimos: había hecho tantísimo viento que se habia llevado todo. Todo es todo, incluyendo tejas, depósitos de agua, comederos de pájaros...
Segunda decepción/mosqueo: me encuentro el grifo del patio tirado en el suelo. Más mosqueado que un pavo en Nochebuena lo vuelvo a meter a presión y con mucho tacto, abro el agua. El grifo no sale disparado pero el agua sale a borbotones por la pared del lado norte: reventón. Y eso que dejo la tubería vacía y un grifo de desagüe abierto...
Menos mal que hacía sol, y unos 5º y comimos. Avisé al albañil, que quedó que avisará al fontanero y que ya me avisarán... o sea, julio. Volvimos a Madrid pero yo tenía ganas de pisar nieve y apoyado en mi hijo mayor, nos preparamos para dar una vuelta por Guadarrama, que nieve habia mucha, y además la veíamos por el camino.
Llega el domingo y en vez de descansar, nos levantamos a las seis y media de la mañana. Recupero viejas sensaciones montañeras, como preparar el colacao y meterlo en el termo, ultimar la mochila y salir. El termómetro marca en mi casa unos optimistas -6º y nos dirigimos raudos hacia la sierra para poder aparcar y volver temprano a casa.
Llegamos a Navacerrada a las 8 de la mañana, subiendo en ágil caravana desde Villalba, pero no se quedaba nadie en el puerto (iban todos a esquiar a Valdesquí) y pudimos aparcar bien, con el coche apuntando hacia abajo y sin riesgo de quedar encerrados por algún "mariano".
Con unos optimistas -9º según el coche, viento fuerte, nevando y aún de noche, y no obstante de ir bien pertrechados, desestimamos la subida a Bola y/o Cabezas o Maliciosa. La nube era tan densa y las condiciones tan complicadas, que optamos por el socorrido camino Schmid. De hielo no, de piedra, nos quedamos cuando vimos el termómetro de Venta Arias, tradicional restaurante en el que en toda mi vida he entrado dos veces. Una creo haber tomado algo...¿o me invitaron?: -14º y viento. Así que nos pusimos a andar. Éramos los primeros y no tuvimos problemas de correr o adelantar legiones de chonis, maris, conchas y marianos como suele pasar en esa vía. Hicimos la ruta del Collado Ventoso y luego por la carretera de la República, hasta el puerto de la Fuenfría. El paisaje es magnífico, ademas empezó a abrir el nublado hacia el lado sur y disfrutamos caminando. Pero el intenso frío nos quitó las ganas de prolongar la marcha hasta Marichiva o el convento de Casaras, porque ¡¡los muslos no nos habían entrado en calor después de dos horas y pico de marcha!!. Así que vuelta hacia Navacerrada.
Habia dejado de nevar, pero el frío seguía siendo muy intenso, aligerando, aligerando, nos empezamos a cruzar con diversos montañeros/excursionistas y al llegar a la pista del bosque ya el número de humanos era tal que no se podía casi ni caminar. Menos mal que madrugamos. Muertos de frío y de hambre, cuando llegamos al coche, nos comimos sendos bocatas de jamón con tomate, acabamos con el colacao y con casi un paquete de galletas entero y ¡hale! para Madrid. En esos momentos, a eso de las 13 hs, la cola de vehículos de arranca-para llegaba hasta casi el pantano y el pueblo de Navacerrada.
Hay que madrugar para disfrutar, pero aún así hay demasiada gente. Pero voy a tener que recuperar la Sierra de Guadarrama... por lo menos, hasta que me arreglen las tuberías...
Pingüinos con calefactores... ay la Virgen...
ResponderEliminarQue lo he visto yo, con estos ojitos que se ha de comer la tierra... y en el archivo de la agencia EFE está.
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