En estos tiempos que corren, en los que no se sabe si es peor estar al tanto de cómo intentan engañarte (a veces de manera incluso muy burda) o vivir en una feliz idiocia, surgen de vez en cuando momentos que te ayudan a calmarte, coger aire, salir del pozo y seguir peleando.
Son momentos como el concierto de arpa celta y violín que tuvo lugar en el centro social de Robleluengo, en la sierra de Guadalajara, el pasado sábado.
"String Duo" se llama la pareja que, durante casi dos horas, nos deleitó a los allí reunidos con un cuidadoso repertorio de piezas seleccionadas. Pese a los cambios de humedad y temperatura que afectan a las cuerdas del arpa y que obligaron a repetidos ajustes entre pieza y pieza, disfrutamos de una actuación que sirvió para reconciliarnos con nuestro propio espíritu.
Gracias a ellos, y aparte los clásicos más "clásicos", yo me vi bailando jigas irlandesas, flotando entre nubes con Amelie, en la proa del Titanic, volví a ver las lágrimas de Demi Moore en Ghost, el aleluya de Shrek... y hasta Metallica (Nothing Else Matters) entró en juego.
Sirva este concierto para reivindicar la cultura en general y con mayúsculas. No entiendo que para ofrecer música haya que meter watios y watios de potencia que se convierte en simple y puro ruido, en supuestos conciertos que no empiezan hasta las tantas de la madrugada, teóricamente para ser atractivos a unas pandas que se dedican a pulular de un lado a otro (al final, bailan los cuarentones más que ellos) mirando las pantallitas de sus teléfonos móviles. El ruido impide hablar, charlar, conocerse, disfrutar de una conversación y mientras pueda, me apuntaré a todos los conciertos que, como este, se puedan disfrutar.
Disfruten el verano como puedan y quieran. Yo haré todo lo posible.
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