Leí el otro día que "la felicidad en verano es girar la cabeza en la almohada y encontrarla seca". Pues es verdad; me estoy haciendo viejo (o mayor, o agradablemente maduro como el vino que mejora con los años) y cada vez aguanto menos el verano tal y como se entiende. Es decir, tal y como se sufre. Este año he descubierto el Atlántico, con agua fría que te quita la caló, con brisas de verdad y no vendavales norteafricanos, durmiendo tranquilo sin despertarte deshidratado a las 3 de la mañana... estoy por empezar a pasar ampliamente de los tradicionales destinos y dirigirme a poniente en lugar de a levante. Allí iré en invierno, que es más suave; aunque, por otro lado, me gusta la nieve... ¡jolín! ¡soy el espíritu de la contradicción!
El verano tiene muchas cosas buenas, no voy a descubrir yo ahora la pólvora, pero me quedo con una de características inmediatas: la ropa se seca echando virutas. Uno, que es un poco maruja, como vds. ya han ido comprobando, se siente muy feliz cuando cuelga las sábanas recién lavadas en la terraza y cuando acaba de colgar la última, ya está casi seca la que colgó en primer lugar. Hay veces que en media hora se puede retirar la colada tendida. Eso, para uno que tiene que administrar el tiempo, es un gustazo.
La otra, que es un proceso más lento, es la cosecha. Cierto es que la mayoría vivimos en grandes ciudades, pero aquel que tiene un huertecillo, sea en pueblo o sea un tiesto de pimientos en el balcón, sabe a lo que me refiero.
No hay mejor sabor en este mundo que el de un tomate recién cortado; aunque en esto también hay matices: dicen que si el tomate, el melocotón o lo que sea es robado, sabe mejor aún. Otros dicen lo mismo de las patatas, que yo este año ya me comí todas las que salieron (no muchas, que eran de secano) muy buenas, por cierto.
Afortunadamente, tengo donde escaparme y en aquel valle este año, pese a la sequía (o precisamente por eso que para gustos hay colores), no se ha dado nada mal. Cierto es que no hay toneladas de moras como otros años, pero buscándolas y encontrándolas, saben incluso mejor.
Lo de la parra ha sido espectacular: racimos y racimos y venga a comer uvas desde hace dos semanas. Hemos llenado una caja y se han quedado colgados más racimos... a ver si el próximo fin de semana no se han estropeado con las tormentas.
Sí. Está movida. Pero es que me podía el ansía viva. |
La lechera tiene más años que yo... |