Durante muchos, muchos (tal vez demasiados), las navidades y sus movidas me resbalaron mucho, pero musho, musho, musho. Las relaciones con la familia no eran como para poner buenas caras durante una cena en la que tenías que compartir mesa y mantel con aquel o aquella a la que no tragabas. Lo único bueno es que ellos debían pensar lo mismo y quitanto alguna cena esporádica en la que mi abuela vino en Nochebuena, la verdad es que cada uno lo celebraba en su casa (y Yaveh, Dios o Alá en la de todos...)
A eso le sumabas el descreimiento de lo de los Reyes, la constatación de que todo era un puto negocio. La presión fue asfixiante sobre todo a finales de los 70, cuando para ser europeos nos tenía que traer los regalos en Navidad un tipo gordo que respondía al cursi nombre de "Papá Navidad" pero en francés (esto no lo debía saber casi nadie). El planteamiento era muy parecido al de los modernos de ahora: hay que negar todo lo anterior para ir acorde con los tiempos.
Llegó para mí una edad en la que montar el belén, (y cuando digo "montar el belén" quiero decir "montar un belén") era una excusa formidable para gamberrear, practicar la maquetería y de paso ahondar en el descreimiento. En el trastero había una mesa de casi tres metros de largo y montaba unos belenes (con veinte tacos cumplidos) en los que había de todo: cocodrilos y tiburones en el arroyo, arroyo cuyo cauce estaba hecho con trozos de tetrabrik de leche y que estaba alimentado por un bidón de aceite que caía en fuente (hasta que se gastaba, claro) en un estanque... no faltaba ni el control del ejército israelí (maqueta del M113 a escala 1:48, con sacos terreros de los madelman míos), ni papeleras, ni carteles de prohibido bañarse (en alemán!); además de la escenografía típica de los belenes, alimentada por las figuritas que íbamos comprando durante años...
Pero todo iba aflojando y recuerdo el cabreo de mi madre un año que se levantó el día de Reyes y no había ningún regalo. La excusa (es que somos republicanos) no le convenció NA-DA y le duró el cabreo una temporada.
Todo esto cambia cuando tienes un crío (o dos); la ilusión te vuelve a tí por ellos; anticipas y participas en la mayor ilusión que tiene un crío en toda su vida. Y de paso te aprovechas y te regalas algún juego para la DS pero sólo para ti (al principio, al menos; luego ya se sabe...). En Navidad aprovechamos y nos regalamos algo comunal: la Wii hace dos años y por ende un jueguecito para disfrutar, que yo también juego... cuando no hay nadie o me dejan, claro.
Así que (pese a todo y pese a todos y pese a quien pese) Feliz NavidaZ para todoS!
Aviso sobre la imagen: la he hecho yo y corresponde al Belén montado en la iglesia de Robleluengo (Guadalajara); los vecinos disfrutamos y utilizamos cualquier excusa para juntarnos y dar buena cuenta de algo, en este caso, un magnífico chocolate con picatostes y otros "mojables".
ResponderEliminar