miércoles, 28 de octubre de 2009

Con todo el cariño del mundo...


Introducción:

Vaya por delante que admiro y admiraré siempre a los médicos, esos matasanos como se les llamaba hace años, que se dedican a tratar de remediar los males que aquejan a los montones de nervios, músculos y reacciones químico-eléctricas que somos los humanos pero que, a su vez, también son humanos y por tanto imperfectos (mal que les pese a algunos que escriben en blogs).
Antecedentes:

Resulta (una tontería) que me salió una verruguilla en el mentón hace un tiempo (allá por la primavera pasada), y que crecía a ratos, adquiriendo la apariencia de un pólipo, costra, grano, etc y creciendo un poquito más como reacción a todos los tratamientos que intenté contra ella.
Con lo fácil que es todo, pues fui al médico de familia que-por supuesto- atiende en horario cambiado al trabajo que puedas tener. Cuando por fin conseguí la cita (en mayo), me miró desde el otro lado de la mesa y diagnosticó: "Verruga". Hasta ahí, todos de acuerdo.

Desarrollo:

Al menos prestó atención a mis indicaciones de todo lo que había hecho contra ella, y comprobó que la teoría ya me la sabía. Así que se apiadó de mí y mediante procedimiento de preferencia vía ordenador-aplicación específica, me desvió (me encanta la expresión) al dermatólogo que me corresponde. Resulta que en el centro de salud no quitan las verrugas de la cara, porque si meten la pata y quedamos feos les podemos demandar por mil millones de euros (digo yo, que será por eso). Así que a esperar la llamada del dermatólogo vía procedimiento de preferencia. A finales de junio, me llaman del hospital nuevo de Majadahonda (al que pertenece el barrio en el que vivo) y me dicen que el 22 de octubre a las 10.30 horas. "¿Vía preferente? "Pregunté yo y así me lo confirmaron.

Ubicación:

Así que a esperar y el pasado día 22 de octubre, a las 10 menos cuarto ya estaba yo allí. Bueno, lo de allí es un poco difícil de explicar. Hay dos carteles en la carretera (el eje Pinar que lleva a la M-50 desde la M-40) uno indica "Urgencias" (que no es dónde yo iba) y otro indica "Hospital". Allá que me encaminé: cuatro rotondas, cuatro en una de las cuales tiras de instinto explorador/montañero para decidir por cuál sales. Acerté: y llegué a la rotonda primera que se corresponde con la primera indicación de Urgencias. Cara de tonto ya llevas, pero es que se acentúa. Visto el cariz de la cuestión aparcamiento (al Hospital llegan dos autobuses, uno desde Moncloa y otro desde El Escorial vía Majadahonda) tiré de tracción a cuatro ruedas y coloqué el tractor ese que conduzco en un descampado, junto con otros dos mil vehículos que de cualquier manera por allí estaban aparcados.

El interior:
Al menos, el acceso a la puerta del hospital estaba enfrente y allí me planté. Ahora busca tu consulta: pasillos laaaargos, muy largos, con unos cartelitos que (Ley de Murphy) me indicaban que mi consulta era la última de todas. Como andar es bueno allá que me encaminé, pero no podía dejar de pensar en que la caminata no podía ser buena para quien va a un hospital, puesto que –por definición- quien va a un hospital no está sano. Por supuesto, el monitor-plasma-que vale una pasta no funcionaba, así que a viva voz salía un humano y decía : …”Fulano de Taaal…” y pasaba fulano.

La espera:

Armado de paciencia y un libro, pensé que media hora pasaba pronto, pero a las 10 y 40 minutos me mosqueé y fui a la ventanilla: llevo tres cuartos de hora esperando y nadie me dice nada, apunté –"Espere un momento, que ahora le recibe la doctora". De pie en un pasillo me hice el visible (ya se sabe, estorbar para que te noten) hasta que la médico me dijo que pasara.

El hecho:

"¿Cuál es el motivo de su consulta? " me preguntó la buena doctora. Pasmado me quedé después de tanto sistema informático, volante de citación por correo, nota de papel, con número de sala, monitor y despacho; "un chancro de sífilis", estuve por contestar, sólo por ver su careto. Pero me abstuve, por respeto a la persona NO al engranaje de este sistema, y le dije: obvio, verruga en mi mentón. Tres minutos me dedicó desde el otro lado de la mesa para decirme que ellos no quitaban las verrugas, que sólo las quemaban. Es decir: lo mismo que en centro de salud desde el que me mandaron el pasado mes de mayo. La cara de tonto se avinagra, y más porque en esos tres minutos escasos, entraron dos veces a decirle que "...venga, que te estamos esperando..." (era la hora del café… de esa hora, claro). Así que a esperar que la enfermera me quemara. Esperar a que salga quién tú crees que es la enfermera para darle el papel y volver a esperar. Total: la elementa última se pone unos guantes, saca un espray tamaño botella de sifón y sin decir ni pío, aplica con unas ganas que rozan el sadismo un chorro en la verruga. Pasa de que le comente nada, me dice que cuidado, que no la toque y que puerta.
Otros dos minutos y poco…
La salida:
De vuelta en la puñetera calle me digo a mí mismo: ya que estoy aquí voy a hacer algo útil y voy a dar sangre; ponte a andar desde la entrada de consultas externas hasta la otra punta del hospital (literal lo de la punta); hasta el kilómetro dos doscientos (mostrador de recepción de la entrada superprincipal) no encontré un ser humano perteneciente a la plantilla que me supiera decir dónde coño se donaba sangre. Me dio un sabio consejo: "siga este pasillo y cuando salga a la calle ¡otra vez! gire a la izquierda". Allí estaban. Bueno, allí estaban tras subir dos pisos y adivinar otro pasillo. Encima me dijeron que tenía la tensión alta (total, ¿por qué sería?) y que no me la sacaban (la sangre). Así que vuelta y ya para cotillear me desvié hacia una señal que indicaba un aparcamiento: tres plantas casi vacías, con hilo musical (desde fuera se oye) y con unas tarifas que o te bajas del coche y las lees con lupa o lo metes y ya pagarás: 3 céntimos + IVA por minuto.

La síntesis:


Y encima, la hijaputa de la verruga tras la quemadura empieza a asomar por arriba otra vez.
Hay milenios que no está uno para nada.
Notas: la imagen la he tomado prestada de la web madridesmadrid.com.
Y por cierto, de las ocho puertas que se ven en la foto, sólo funcionaban dos.

jueves, 15 de octubre de 2009

No insistan, no hay

No insistan; no hay en el campo aún nada parecido a seta comestible porque sencillamente, no ha llovido. No llovió en agosto (al menos lo suficiente) no hubo tormentas tampoco en septiembre y no ha caído más que un chaparrón en lo que llevamos de octubre. Y resulta que, pese al ansia que nos embarga a principios de otoño a gran parte de los camperos, andarines y buscasetas en general, las setas son poco más que minerales, sales, alguna proteína…y algunas veneno. Incluso mucho. En Guadalajara, el valle del Ocejón (zona por la que más campeo) hay Amanitas phalloides, pero ¿qué utilidad tiene en la naturaleza semejante cantidad de veneno? No lo sé, pero un descuido (generalmente un exceso de confianza) puede resultar muy grave.

Dice el calendario que ya ha llegado el otoño, ya se han suavizado las temperaturas (vaya), ya se puede dormir de noche bien tapadito. Este año no llueve, y mucho menos a gusto de todos, y esperamos el momento de salir al bosque- cesta al brazo como si fuéramos Caperucitas - sea pinar o robledal a buscar las tan ansiadas setas. Ansiadas este y otros años, sobretodo porque el pasado no fue bueno y no pudimos hartarnos de comer níscalos. Es lo que siempre se dice, aunque te salieran por las orejas. Y si bien es cierto que la memoria flaquea (y no solo por cuestión de la edad), estamos todos haciendo los cálculos: que si hubo o no tormentas en agosto, que si llovió de la forma adecuada en septiembre, que si en octubre alterna sol y lluvia, que si hasta los Santos nada, que si a partir del Pilar seguro, que si las primeras heladas los estropean o los arruina la falta de agua… el caso es que comienza la “cacería”.

Lo primero es saber a qué se va (como decía el chiste, o estamos a setas o estamos a Rolex) y ahí es donde viene el primer problema: qué se puede comer y qué no. Hace años, a iniciativa de la concejalía de cultura de Campillo de Ranas, tuvo lugar una jornada micológica en la que diversos biólogos explicaban características de varias clases de setas, mediante diapositivas (la tecnología, ya se sabe...) y gráficos. En una de ellas, mostraban un espécimen de una seta: era la nomeacuerdus comestiblus, de gran calidad culinaria. A continuación, pasaban la diapositiva y aparecía otra. La mayoría de los que me rodeaban y yo mismo, la veíamos igual, pero hete aquí que no era esa sino la primahermanus venenosus, cuya ingestión daría bastantes malas noches. Después de fisgar en guías (algunas magníficas, otras apabullantes, otras peligrosamente cortas), nos acabamos quedando con una vieja máxima: coge lo que conozcas y si no, la que te diga alguien que va contigo que puedes coger.

Bien, una vez seleccionada la presa, comenzamos. Da igual seta de cardo, níscalo o champiñón. Hay que madrugar. ¿¡¡¡madrugar!!!?; ¿las setas tienen piernas y huyen con las primeras luces del día?. No, pero resulta que hay “coyotes de dos patas” que te las van a quitar. Además, no es que coincida que todos vayamos al mismo pinar o robledal, sino que -efectivamente- alguien ya ha pasado por donde tú ibas a recolectar alguna seta. Empezamos a soltar maldiciones cuando llegamos al pinar y vemos los agujeros en la hojarasca, señal de que un níscalo ha sido cortado. Y conformémonos con que sean esas marcas circulares y no de rastrillos, que hay desalmados que arramplan con todo. Se les da una higa destruir el peciolo y que no vuelva a salir esa seta ni nada en ese sitio. Lo que les importa es el kilo, conseguir la mayor cantidad en el menor tiempo posible. Claro, que estando el patio como está hay más de un parado que recolectará cuanto más mejor para sacar un euro con el que pagar el gasoil que ha gastado y para pagar la compra aunque sea la oferta en el Dia.

Una vez cogida la seta “de confianza”, hay que colocarla en la cesta boca abajo. No es porque se maree y vaya a vomitar y poner todo perdido; dicen que así facilitaremos la expansión de las semillas y el año que viene habrá más. No las metamos en cubo ni en la ahora maldita (Carrefour dixit) bolsa de plástico, que no permite que las esporas de las setas recolectadas se expandan por el campo. En ciertos sitios, dicen los especialistas que se ha notado la reducción del número de setas, así que ya sabéis, cesta y, si no queda otro remedio, bolsa de malla, de esas de patatas o de naranjas de zumo, por ejemplo.

Bien, luego viene la pelea: hay que lavarla o no, hay que cepillarla o no, hay que cocerla con patatas o no. Hay quien la congela tras cocinarla, hay quien la seca…y como la cocina de cada quien es de cada cual, incluída la mía, no diré nada que la cosa de los fogones es algo muy íntimo. Ya me entienden.

Además, desde que ví (y olí) que cierta especie de amanita cuando es joven da el pego con el champiñón y dado que la seta de cardo tiene primas tóxicas, yo me quedo en el níscalo, que es inconfundible. Así que por mi parte, tranquilos los buscadores de boletos, setas de caballero y otras exquisiteces.

Sabores aparte, el buscar setas es una magnífica ocasión para dar un paseo con los amigos; no es necesario desfondarse subiendo paredones. Y si no aparecen, se come uno el bocata en buena compañía. ¡Disfrutadlo!
Nota sobre las fotos y la SGAE: las fotos las he hecho yo con mi teléfono; la mano que aparece es de mi hijo y la mierda de vaca en la que han crecido las setas de la segunda foto está en monte público; pueden com-probarlo, si así lo desean. La titularidad, quiero decir.

jueves, 8 de octubre de 2009

El runrún



Lleva la ciudadanía española unos días en los que la capacidad de sorpresa vuelve (una vez más) a rozar las cuotas de lo insuperable, lo rebosable, lo soportable, lo vergonzante, lo asqueroso… el runrún aumenta.
Pero quien tiene la información la está dosificando de maravilla y así van cayendo las gotas de tal manera que cada día nuestro asombro supera al del día anterior, y la capacidad de cabreo también.
Ahora resulta que había una mafia en el mismísimo centro del PP y Mariano no se ha enterado hasta que lo ha leído en la prensa (como hace años Felipe y el GAL); resulta que el yerno de alguien presenta a un amigo que presentaba a su vez amigos a los jerifaltes del partido; resulta además que de lo que les adjudicaban/encargaban al pavo éste se repartían entre los colegas unos cuantos euros. Claro que ¿quién pagaba? El dinero que paga el PP a una empresa (recomendada por uno de esos amiguetes) se infla, de tal manera que la panda se queda con un pastón y luego se lo reparten entre ellos. Los alcaldes les adjudican construcciones, el comité regional les encarga el congreso… y les montamos una fiesta para agradecérselo y le regalamos un jaguar, aunque la mujer del alcalde no se entere. Pero vayamos al origen del negocio: ¿quién paga? Pues los de siempre: VDS Y YO, porque oficialmente los partidos políticos en España se financian con dinero que el Estado les da en función de los diputados y representantes obtenidos en las elecciones. También se financian con préstamos de los bancos, algunos de los cuales son graciosamente condonados (como a ustedes y a mí, claro). Así que esta panda de canallas ha estado repartiéndose el dinero que les habíamos dado.

Y por el otro lado, (el que todos sabemos) tenemos al representante del buenismo, al animao, al optimista que no las veía venir. Del aterrizaje suave hemos pasado a ver si dejamos de despeñarnos por el precipicio, y encima cuando avisan los organismos se les discute; hablan de brotes verdes los que no saben que los rosales se podan en invierno, ¡joder! Y se lanzan a explicar (o sea, a salir más aún en la tele) lo bueno que es que suban el IVA. Y el cabeza (en todos los sentidos) pensante del Pepín va y dice que las encuestas que les plantan en la oposición están manipuladas. Otra que no van a ver venir. A mí lo que extraña es que haciéndolo tan mal sólo les saque el PP cuatro puntos.
Y para acabar de entusiasmarnos, se me ponen los pelos no como escarpias sino como alcayatas, por la posibilidad de que altos cargos de la madera hayan podido soplar al encargado de trasladar los dineros de los que pagan a ETA que no fuera tal día por tal sitio.
Bajándose al nivel local, sólo una frase: cambio de alcalde en Benidorm. Sin comentarios.

Corremos el riesgo de crear (si no lo hemos hecho ya) una casta aparte de la sociedad, una raza de politicastros que sólo buscan su puto propio negocio, de mafiosos que se reparten nuestro dinero, de gentes a los que sólo les preocupa su encumbramiento (olímpico o no) y luego cobran tasa de basura hasta por los trasteros… ¿y qué podemos hacer? Yo ya no creo en revoluciones (la mayoría de ellas las dirigen quienes tienen cubiertas sus necesidades y se aburren en casa de papá). Creo que los sindicatos ahora forman parte del sistema y sus objetivos son parecidos a los de los putos políticos: representación para tener medios para administrarlos. No hablo de los sindicalistas: algunos se parten la cara por lo que creen, y su jefe va luego y le desautoriza mientras juega al golf con el de personal o recursos humanos que se dice ahora. ¿Seguimos escribiendo cada uno en nuestro blog, a ver cuántos nos leen? ¿eso es todo?

En ocasiones me dan ganas de irme a Nueva Zelanda (porque no hay sitio más lejos), aunque el mundo ya es demasiado pequeño: te sacan en el google maps cuando te hurgas la nariz en la esquina entre la calle Mayor y la calle Menor… o en el glaciar del Monte Cook.
Sigamos con el runrún, y no perdamos nuestra capacidad de cabreo: a lo mejor algún día se hace justicia y conseguimos que la administración esté en manos de administradores a los que, si no cumplen, se les da una patada en santasealaparte y pase otro!
la foto del señor ese de bigotes es de EFE y ha he cogido de Elmundo.es; las otras (en orden descendente) las he pedido prestadas de:
Saludos a todos.