Yo conocí muy bien a una mujer que -en tiempos- cargaba con cubos de agua fría desde la fuente de la plaza hasta casa; que administraba muy sabiamente el poco dinero que entraba, que hacía milagros con lo que tuviera a mano, que remendaba, que cosía, que tricotaba jerseys, que regañaba con quien fuera por sus hijos, que estiraba el caldo cuando se presentaba alguien a comer inesperadamente o daba un paquete de arroz a quien lo necesitara; que procuraba que sus hijos fueran no limpios, sino relimpios; que cuidaba que la ropa no se estropeara o los zapatos no tuvieran agujeros. Luego les llevaba al colegio, al médico, al cine alguna vez, a montar en bici a la Casa de Campo, de paseo...
Hacía la cena, recogía los platos, los lavaba (¿lavaplatos?¿eso qué es?), preparaba los garbanzos o las lentejas para la comida del día siguiente. Y entretanto, ponía la lavadora (o no), la ponía a secar, la planchaba... en cierta época tenía que vigilar que hubiera leña y carbón además.
Además,si no había ido a la compra, estaba en casa para bajar la basura al camión (tocaban una cornetilla), para abrir al cartero o al que leía el contador del agua, o para chistar al butanero...y entre medias, fregaba el suelo, limpiaba el polvo, hacía un centro con florecillas o esquejaba los geranios.
Hablo de mi madre y de TODAS las madres que yo recuerdo en mi calle, en Vicente Camarón, en un humilde barrio de Madrid.
Ahora además, otra a la que conozco un poco, se levanta muy temprano, se va a trabajar en tren, sube y baja escaleras todo el día, aguanta a su jefe, aguanta a sus pacientes, se pega con las máquinas y sale de trabajar, come poco y escopetada, recoge al peque en el cole, estudia, limpia el polvo, plancha, ayuda a hacer los deberes, juega un rato con su hijo, prepara la cena y deja encarrilada la comida del día siguiente...
Por eso yo no felicito a la mujer trabajadora... felicito a todas, porque .¿hay alguna que no lo sea?