Llevo una semana penando culpas que, como casi siempre, no sabemos de dónde ni por qué surgen. Hace dos sábados empecé a sentir un pinchacito en la muela de la fila de abajo, la última a la izquierda. El lunes visité al dentista para que me dijera que tenía una infección de aúpa en las raíces de una muela a la que hace veinte años ya le (me) hicieron una endodoncia. Es decir, por fuera no se veía nada pero por dentro avanzaba el mal. Así que empecé a tomar pastillas para frenar la infección, pastillas para frenar la inflamación y pastillas para mitigar el dolor. No recordaba yo desde que tuve un cólico nefrítico hace 13 años nada que doliera tanto; ¡joder! es que me dolía desde el cerebro hasta el mismísimo centro de mi alma (doquiera se ubique ésta). Era como un punto metálico de longitud infinitaaaa que empezaba en el mismo extremo de la muela mala y que hizo que se me saltasen las lágrimas cada vez que me rozaba esa muela con la de arriba. Incluso encontré humillante tener que llorar de rabia pero es que, de verdad, me dolía como nada en la vida. No me importó llorar delante de mi familia y abría llorado delante de quien fuera. No lo podía soportar. Me cambiaron la medicación, me pusieron algo más fuerte y a sufrir del estómago a partir de entonces. Ya sa sabe, lo que es bueno para el bazo, es malo para el espinazo. Me surge la duda de en qué porcentaje hay que ajustar los diversos componentes de los productos para que sean efectivos contra el mal que se persigue sin fastidiar demasiado al resto del vecindario: los antiinflamatorios fastidian el estómago pero son necesarios para que el flemón no me haga parecer Vito Corleone (al cual, modestia aparte, imito bastante bien). Así debe haber pensado el lumbrera que nos acaba de subir el IVA al 18%, para que los más ricos paguemos más que los más pobres. Fabulosa idea que se suma además a la de la solidaridad. Solidaridad es lo mío: he trabajado como asalariado durante casi veinte años; he estado un año de autónomo y como he sido autónomo cuando he caído en el paro, me dice el INEM que me den morcilla... la solidaridad, siempre para los demás. Cuando he necesitado algo público me lo han negado (sigo un año después sin saber en qué consiste la ayuda que mi madre -fallecida en junio- tenía concedida por la gloriosa Comunidad de Madrid en octubre del año 2008), me han negado becas para libros año tras año. Ahora pagaré por cada producto un dos por ciento más; ¿a quién de vosotros le ha subido el sueldo un dos por ciento de golpe y porrazo? Claro, luego me cabreo cuando veo que a mi mujer le retienen más del 26% del sueldo. Será porque somos ricos...
Aviso a la SGAE que iba a haber puesto una foto de mi boca hecha con mi teléfono, pero era sencillamente asquerosa... ¡ajjjjj! No obstante, si algún valiente la quiere ver, que me escriba y se la mando... jejeje
la imagen la he tomado de http://contravientoymarea.files.wordpress.com/2009/03/muela2.jpg
gracias.